
Un día me dijeron que todos los caminos llevaban a Roma. Y qué cierto era. No porque todos conduzcan al mismo lugar, sino porque en cada paso, en cada desvío, descubrí que el destino no es un punto en el mapa, sino el viaje mismo. Roma, con sus calles empedradas y su historia eterna, no había sido solo un lugar, sino un sueño que se construye con cada paso, con cada latido del corazón que persigue su propia verdad, la de la ciudad eterna. Y así, mientras caminaba, entendí que lo que realmente importa no es el destino final, sino la belleza de cada momento vivido, de cada encuentro inesperado y de cada lección aprendida en el camino. Porque al final, lo que nos lleva a Roma es la magia del viaje, las experiencias que nos transforman y los recuerdos que atesoramos, creando un viaje que es, en sí mismo, una obra de arte.
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Comentarios
Precioso!!!👏👏👏👏👏