
Y qué bonito es llegar a lo más alto. Cerrar los ojos, recuperar la respiración, mirar alrededor y ver que nuevamente has conquistado lo más alto. Otra de las muchas montañas que quieres recorrer. Y es desde esa cima cuando entiendes lo que es el esfuerzo y te das cuenta que todo ha merecido la pena. En ese punto, el mundo parece diminuto mientras tú, enorme, sabes que estás en un lugar que no todos pueden alcanzar. En ese instante, el viento de la cima parece llevarse consigo todas las dudas y miedos, dejándote solo con una sensación, la de la verdadera libertad. Y esa libertad, tan ansiada, es lo que todos deberíamos sentir, mientras el corazón sigue latiendo con fuerza.
Porque en cada ascenso, descubres nuevas partes de ti mismo, y eso, al final, es lo que realmente importa. La montaña se convierte entonces en un reflejo de tu propio viaje, un viaje donde la verdadera conquista es la que ocurre dentro de ti.
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